Apuntes de travesía

Phnom Penh, Camboya, julio de 2007.

En poco menos de una hora de vuelo pasamos de Angkor, capital del Imperio Jemer entre los siglos IX y XV, cerca de Siem Riep, al frío edificio de Toul Sleng en Phnom Penh. Sólo teníamos dos horas para visitar el Museo del Genocidio ubicado en las instalaciones de lo que inicialmente fuera una escuela secundaria, transformadas en la Prisión S-21 por el régimen de los Khmer Rojos en 1975.

En este espacio de eco y cemento, penetramos en un incesante tránsito de cientos y cientos de rostros temerosos e ingenuos, congelados en plata sobre gelatina por sus verdugos antes del fin.

Los susurros, los gemidos, los gritos y los sollozos de los prisioneros brotaban en cada rincón, en cada ausencia. Cada mirada llama, implora aún acompañarnos.

Cuesta entender que estos rostros, son sólo un fragmento de las 17 mil personas que pasaron por esta cárcel y de los dos millones de camboyanos que fueron asesinados entre 1975 y 1979. Cientos de miles; mujeres y hombres,  murieron sin entender, solos, antes de ser retratados, numerados, enlistados, y siguen reapareciendo silenciosamente día a día para ser apilados e invitarnos a no olvidar.

En 1975, regresar al “año cero” era el objetivo de los círculos de poder en Camboya. En otros puntos cardinales las miradas simplemente voltearon  hacia nuevos horizontes.

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Fotos: 360° ©Ricardo Ramírez Arriola


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