Durban, Sudáfrica, 31 de agosto de 2001
Los vi entrar y no podía creerlo. No era la ruta prevista para su acceso al salón principal. Faltaban unos minutos para la inauguración de la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, WCAR. Sin duda eran algunos de los personajes más esperados por la prensa internacional reunida en Durban.
Yo había llegado a la Conferencia invitado por la oficina de Mary Robinson, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, para presentar la exposición fotográfica Los otros que también somos nosotros. Había mandado mi propuesta de exposición desde un cibercafé al correo de los organizadores de la Conferencia, que encontré impreso en un folleto. Envié mi proyecto con pocas esperanzas: llevaba tres años de haber decidido dedicarme a la fotografía, estaba recibiendo mi primer taller en el Centro de la Imagen, y aunque había trabajado intensamente, (la mayoría de las veces de manera gratuita o poco remunerada, pero adquiriendo experiencia y conociendo el medio), aún me costaba autonombrarme “fotógrafo”. Me inicié en la fotografía documental y escénica, pero no había tenido experiencia como fotoperiodista en un medio de prensa, en el fragor de la noticia cotidiana.
Fue una sorpresa cuando, dos días después del envío del correo, recibí respuesta afirmativa, primer paso para iniciar la labor de búsqueda de los recursos necesarios para la impresión de las fotografías y el boleto para Sudáfrica. Corrí con suerte. Gracias al apoyo de nuevos amigos y varias instituciones, el viaje se concretó, a última hora.
Un día antes de la salida caí en cuenta que nunca había usado un flash y gracias a los viáticos que Diana me dio para la estancia en Durban logré comprar un 285 HV . Pepe trató de explicarme de volada el funcionamiento del flash, a la salida del Centro de la Imagen unas horas antes de la partida. Creo que por los nervios y la cerrazón técnica no fue mucho lo que realmente entendí, aunque esto lo comprobé a cabalidad justo el 31 de agosto de 2001.
Ese día, desde temprano terminé de revisar los últimos detalles del montaje de la exposición que cubría el lobby del Centro Internacional de Convenciones de Durban, y decidí finalmente empezar a tomar fotos. Puse el flamante nuevo flash a mi FM 2 Nikon. Estaba tratando de recordar y poner en práctica las indicaciones recibidas cuando de repente se abrieron las puertas de uno de los salones y sin tiempo ni entrenamiento para reaccionar adecuadamente, aparecieron allí Fidel Castro, Yasser Arafat y Jesse Jackson, seguidos poco después por Joseph Kabila y otros mandatarios africanos. Sin pensarlo me encontré a cinco, cuatro, tres, dos y menos de un metro de ellos y sus guardespaldas, entre el estupor del acontecimiento inesperado que se diluía rápidamente y la sensación de estupidez por no saber cómo evitar deslumbrarlos con toda la intensidad de mi nuevo flash. Fueron segundos, minutos y posteriormente días de gran incertidumbre técnica ya que en aquel entonces no podía verificar de inmediato lo acertado de mis decisiones como lo haría ahora con la cámara digital.
Regresé a casa al mes, después haber vivido la experiencia de la Conferencia, haber sido testigo de sus discusiones y negociaciones, la convivencia posterior en el profundo Soweto, haber presenciado el 11 de septiembre de 2001 en África y el lento regreso a México. Al volver me di cuenta que era fundamental dedicarle atención y tiempo a las herramientas técnicas para conseguir una buena foto, y no vivir nuevamente la ansiedad que acompañó la toma de estas imágenes que aquí muestro por primera vez. Pero más importante que la fotografía en si misma es estar y compartir el momento.