Ángulos


Cuando mi hijo come fruta o bebe agua o se baña en un río,
sólo dice que come fruta
o bebe agua o que se baña en el río.
Por eso se ríe cuando leo mis poemas.
No comprende aún tantas palabras,
no comprende aún que las palabras no son las cosas,
que en un poema quiero decir lo que nos rebasa a cada paso:
el amor entre renuevos de cuerpos y recuerdos de tardes;
la ira entre quincenas y casas prestadas y ropas que envejecen;
la esperanza entre deudas y calles compartidas con días monótonos
y con mañanas cuya única dulzura es el agua que nos baña;
la honra entre empleos temporales y amigos deshonrados;
la rapiña entre diarios y oficinas públicas;
la vida que nos abre los brazos para tomar
a un lado la noche de las lluvias
y en otro los días de las desdichas.
Mas cierta vez, comiendo un persimonio de mi pueblo,
dijo, sin darse cuenta,
que sabía como a durazno y ciruela.
Porque desconocía esa fruta,
no dijo lo que era, sino cómo era.
No comprende aún que así hablo yo,
que trato de comprender lo que desconozco,
y que intento decirlo, a pesar de todo.
Como si ignorar fuese también una forma de comprender.
Como si siempre recordara
que la vida no es una frase ni un nombre
ni un verso que todos entienden.
Es, a mi modo, como decir
que bebo agua o como una fruta
o que me baño en un río.

Carlos Montemayor
Arte Poética


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