Elecciones 2012
Lo que está en juego
México, 3 de julio de 2012, desde los medios:
· Denuncias de compra de votos por parte del PRI a través de miles de tarjetas pre pagadas de la cadena de supermercados Soriana.
· Compras de pánico en estos establecimientos ante el temor de la suspensión de las tarjetas; cientos de denuncias espontáneas y callejeras por el incumplimiento en el pago de los votos.
· Cinismo o ingenuidad en los denunciantes refleja claramente que en buena parte de México, la más necesitada, el voto es simplemente una mercancía temporal.
· Periodistas, grupos mediáticos y empresas encuestadoras, que crearon un estado de opinión entre su público con los supuestos resultados «científicos» de sus «encuestas», simplemente se disculparon por esos diez, catorce o veinte puntos de diferencia «bien intencionadamente» tan publicitados.
· Andrés Manuel López Obrador, en conferencia de prensa: «de las 143,000 casillas que funcionaron en el proceso electoral, 113,855 presentan diversas irregularidades.» «… De acuerdo a la ley las actas son el fundamento para que el día de mañana los paquetes se abran y se lleve a cabo el recuento de los votos.”
· Organizaciones y sociedad civil han llamado a suspender las marchas el día de mañana y sumarse a la vigilancia y registro del proceso de recuento de los votos.
Pareciera paradójico que es justo en los supermercados y en las televisoras donde hemos podido ver a la punta del iceberg asomarse, el cáncer que ha minado el sistema democrático mexicano: la cultura del clientelismo basada en el menosprecio, el aprovechamiento, la discriminación y el oportunismo hacia los sectores más necesitados, con menos recursos y posibilidades económicas, educativas e informativas. Es significativo que un sistema octagenario, que durante más de cinco décadas enarboló el nacionalismo, siga centrando su estrategia electoral en una práctica colonial: cambiar voluntad, consciencia y dignidad por espejitos y cuentas de colores.
Lo que está en juego al perpetuar este círculo vicioso, basado en el dominio y el poder económico-televisivo, no sólo pone en duda el ejercicio democrático electoral, el triunfo o derrota de uno u otro candidato, partido o movimiento, sino, sobre todo, y con alcances más peligrosos a futuro, impide la construcción de una verdadera ciudadanía, de nuevas generaciones libres, analíticas y propositivas más allá de los centros urbanos y las conexiones a internet.