Nomás divagando…
¡Estamos! y ¡Vamos! Pero para realmente seguir avanzando, también tenemos que sacudir la parálisis y la «ingenuidad» (que en política puede convertirse en irresponsabilidad), en los engranajes de la forma de pensar y actuar de «la clase política de las izquierdas». En esta ocasión, como pocas veces se da, en México se pudo contar con seis años para prever que la historia se podía repetir, que las instituciones de herencia sistémica casi centenaria no necesariamente habrían cambiado lo suficiente, así nomás; que los mecanismos de imposición se perfeccionarían y que, si se aceptaba navegar entre las leyes electorales del propio sistema, y el escudo del «legalismo», había que prepararse para jugar en serio, para estar dos pasos adelante. Se imponía e impone un ejercicio de sentido común colectivo, uniendo fuerzas y profundizando lógicas, sin olvidar cual es el reto y su complejidad. De eso trata el ajedrez: prever planes B, C y D… atesorar el tiempo y los movimientos. Ante un panorama jurásico, diez días son mucho tiempo y, salvo que el as bajo la manga sea genial, es un lapso que puede convertirse inconscientemente en una invitación a la «normalización» y la «resignación». En medio de un mosaico de «sorpresa», «dolor», «luto» y «desconcierto», no podemos cruzarnos de brazos y desmayar ante una crónica anunciada. El principal tesoro, en este capítulo, fue la pauta brindada en poco tiempo por los jóvenes y la sociedad civil, con su fuerza creativa, imperfecta, espontánea; un buen pulso, impulso y referente para seguir construyendo un seguro porvenir, que hoy puede sonar utópico, libre de dinosaurios reales, imaginarios, propios y personales.
360° 