República Árabe Saharaui Democrática

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El Pueblo Saharaui y la fuerza de la razón

 

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Vientos de guerra soplan con fuerza en un muro olvidado en el desierto del Sahara. Un pueblo heroico, de paciencia legendaria, se prepara a la incertidumbre de nuevas formas de guerra, en una guerra que, aunque ignorada y silenciosa, no ha cesado desde hace cuarenta y un años. Es la lucha por la liberación de los territorios saharauis arrebatados por Marruecos desde 1975.

En los últimos meses de 2016, coincidiendo con el cuarenta aniversario de la proclamación de la República Árabe Saharaui Democrática, la tensa y compleja “calma” en el Sahara se ha roto: la visita de Ban Ki-moon al pueblo saharaui, la tensión de las relaciones entre Marruecos y la ONU y la Unión Europea, la expulsión por parte de Marruecos de 73 miembros de Naciones Unidas en el Sahara, los llamados a preparase para la guerra en ambos lados del muro que divide los territorios ocupados por Marruecos de los territorios liberados por los saharauis, exige no seguir indiferentes, tomarnos unos minutos para voltear hacia esa zona del mundo más cercana de lo que pensamos, y hacia el heróico pueblo saharaui, el único pueblo árabe, musulmán, islámico e hispanoparlante, de raíces y futuros compartidos.

Desde acá, toda nuestra solidaridad con el heroico pueblo saharaui.

 

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Hace diez años, en estas fechas tuvimos el privilegio de conocer, compartir y aprender del pueblo saharaui. Aquí, breves apuntes de esos días.

LA BÙSQUEDA

La meta: Leyuad, en los territorios liberados del Sahara Occidental, no distante de Mauritania. Leyuad, es un lugar deshabitado rodeado de leyendas: tierra de fantasmas, hogar de la Yina o sea la diablesa, paraje donde por las noches aparece el diablo. Es famoso localmente también por ser una zona cargada de magnetismo donde se cree confluyen los ecos de voces distantes en tiempo y distancia. Nuestro guía en los más de mil quinientos kilómetros de arena fue Belga Moh Brahim beduino, filósofo, coleccionista, actor de teatro, padre de siete hijos y abuelo de numerosos nietos. Su presencia inmediatamente impuso respeto, por su serenidad, experiencia y sabiduría. Por sus silencios. Belga es de aquellas personas que sólo expresa lo realmente indispensable.

Nuestro objetivo al emprender el viaje era conocer al pueblo saharaui, en las wilayas de refugiados en Tinduf, Argelia así como en los asentamientos nómadas de los territorios liberados.

 

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La República Árabe Saharaui Democrática o Sahara Occidental es un país de cerca de 266 000 kilómetros cuadrados. Por su pasado colonial español es el único país árabe, donde además del hassanía, el idioma oficial, se habla español.

El país está dividido territorialmente en dos por un gran muro de aproximadamente dos mil kilómetros de largo construido por el gobierno marroquí (que a diferencia de otros muros, prácticamente no se menciona) y millones de minas. La parte más extensa del país, asentamiento de importantes yacimientos entre los que se encuentra la mina de fosfato más grande del mundo, está ocupada por Marruecos desde 1975.

El pueblo, las familias saharauis, están divididas en tres realidades geográficas, sociales y humanas: territorio ocupado por Marruecos, territorios liberados por los saharauis y las “wilayas” de refugiados en Argelia. La mayor parte del pueblo saharaui tuvo que refugiarse en Argelia en 1975. Desde aquél entonces miles de familias no se han vuelo a reencontrar.

“Somos un pueblo pequeño con un territorio grande y con muchas riquezas; ese es nuestro problema” nos dijeron en una wilaya en Tinduf, Argelia.

 

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Son muchísimas las enseñanzas que obtuvimos del desierto y otras más seguramente aparecerán con el tiempo. Cruzamos dunas y salinas. Un vasto y permanente horizonte de 360 grados salpicado de antiguas tumbas de gigantes, mares de fósiles y zoológicos atrapados en la piedra. También pasamos por los escombros de las casas de arena, paradójicamente derruidas por las últimas lluvias del desierto. En los campamentos de refugiados y en las jaimas perdidas en la inmensidad, bajo un mar de estrellas o de los hirientes rayos de sol, fuimos testigos de la sabiduría, la perseverancia y la tenacidad de este pueblo seguidor de nubes. Hombres y mujeres que en medio de la nada resisten como lo hacen las semillas de las plantas multicolores que brotan en el Sahara cuando finalmente llueve después de años y décadas de sequía.

 

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Durante nuestro viaje, en el camino, en cualquier jaima, ante el té, la leche de cabra, el perfume, los alimentos y el abrazo fraterno, nos confrontamos una y otra vez con el desprendimiento de quien nada tiene y todo lo está compartiendo. La hospitalidad heredada de antiguas raíces nómadas, forjada en el rigor del desierto y en la lucha por conseguir la libertad.

No fuimos testigos de apariciones sobrenaturales, sin embargo el desierto sí provocó que afloraran nuestros propios demonios, que cuestionáramos nuestra forma de ver al otro y frente al desprendimiento saharaui nos preguntáramos hasta donde somos capaces de dar y compartir.

En medio del arena y el siroco, redescubrimos un gran tesoro: la generosidad, que en hassanía se dice el karam.

 

Ricardo Ramírez Arriola

 

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Fotos: Campamentos saharauis en Argelia y territorios liberados de la República Árabe Saharaui Democrática,
marzo y abril de 2006. Ricardo Ramírez Arriola / 360gradosfoto

Más fotos de la República Árabe Saharaui Democrática (Sahara Occidental) en:
http://www.archivo360.com: http://goo.gl/Q88Eoh
Facebook: https://goo.gl/0jniCZ

 

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Vientos de guerra soplan con fuerza en un muro olvidado en el desierto del Sahara. Un pueblo heroico, de paciencia legendaria, se prepara a la incertidumbre de nuevas formas de guerra, en una guerra que, aunque ignorada y silenciosa, no ha cesado desde hace cuarenta y un años. Es la lucha por la liberación de los territorios saharauis arrebatados por Marruecos desde 1975.

En los últimos meses de 2016, coincidiendo con el cuarenta aniversario de la proclamación de la República Árabe Saharaui Democrática, la tensa y compleja “calma” en el Sahara se ha roto: la visita de Ban Ki-moon al pueblo saharaui, la tensión de las relaciones entre Marruecos y la ONU y la Unión Europea, la expulsión por parte de Marruecos de 73 miembros de Naciones Unidas en el Sahara, los llamados a preparase para la guerra en ambos lados del muro que divide los territorios ocupados por Marruecos de los territorios liberados por los saharauis, exige no seguir indiferentes, tomarnos unos minutos para voltear hacia esa zona del mundo más cercana de lo que pensamos, y hacia el heróico pueblo saharaui, el único pueblo árabe, musulmán, islámico e hispanoparlante, de raíces y futuros compartidos.

Desde acá, toda nuestra solidaridad con el heróico pueblo saharaui.

Hace diez años, en estas fechas tuvimos el privilegio de conocer, compartir y aprender del pueblo saharaui. Aquí, breves apuntes de esos días.

LA BÙSQUEDA

La meta: Leyuad, en los territorios liberados del Sahara Occidental, no distante de Mauritania. Leyuad, es un lugar deshabitado rodeado de leyendas: tierra de fantasmas, hogar de la Yina o sea la diablesa, paraje donde por las noches aparece el diablo. Es famoso localmente también por ser una zona cargada de magnetismo donde se cree confluyen los ecos de voces distantes en tiempo y distancia. Nuestro guía en los más de mil quinientos kilómetros de arena fue Belga Moh Brahim beduino, filósofo, coleccionista, actor de teatro, padre de siete hijos y abuelo de numerosos nietos. Su presencia inmediatamente impuso respeto, por su serenidad, experiencia y sabiduría. Por sus silencios. Belga es de aquellas personas que sólo expresa lo realmente indispensable.

Nuestro objetivo al emprender el viaje era conocer al pueblo saharaui, en las wilayas de refugiados en Tinduf, Argelia así como en los asentamientos nómadas de los territorios liberados.

La República Árabe Saharaui Democrática o Sahara Occidental es un país de cerca de 266 000 kilómetros cuadrados. Por su pasado colonial español es el único país árabe, donde además del hassanía, el idioma oficial, se habla español.

El país está dividido territorialmente en dos por un gran muro de aproximadamente dos mil kilómetros de largo construido por el gobierno marroquí (que a diferencia de otros muros, prácticamente no se menciona) y millones de minas. La parte más extensa del país, asentamiento de importantes yacimientos entre los que se encuentra la mina de fosfato más grande del mundo, está ocupada por Marruecos desde 1975.

El pueblo, las familias saharauis, están divididas en tres realidades geográficas, sociales y humanas: territorio ocupado por Marruecos, territorios liberados por los saharauis y las “wilayas” de refugiados en Argelia. La mayor parte del pueblo saharaui tuvo que refugiarse en Argelia en 1975. Desde aquél entonces miles de familias no se han vuelo a reencontrar.

“Somos un pueblo pequeño con un territorio grande y con muchas riquezas; ese es nuestro problema” nos dijeron en una wilaya en Tinduf, Argelia.

Son muchísimas las enseñanzas que obtuvimos del desierto y otras más seguramente aparecerán con el tiempo. Cruzamos dunas y salinas. Un vasto y permanente horizonte de 360 grados salpicado de antiguas tumbas de gigantes, mares de fósiles y zoológicos atrapados en la piedra. También pasamos por los escombros de las casas de arena, paradójicamente derruidas por las últimas lluvias del desierto. En los campamentos de refugiados y en las jaimas perdidas en la inmensidad, bajo un mar de estrellas o de los hirientes rayos de sol, fuimos testigos de la sabiduría, la perseverancia y la tenacidad de este pueblo seguidor de nubes. Hombres y mujeres que en medio de la nada resisten como lo hacen las semillas de las plantas multicolores que brotan en el Sahara cuando finalmente llueve después de años y décadas de sequía.

Durante nuestro viaje, en el camino, en cualquier jaima, ante el té, la leche de cabra, el perfume, los alimentos y el abrazo fraterno, nos confrontamos una y otra vez con el desprendimiento de quien nada tiene y todo lo está compartiendo. La hospitalidad heredada de antiguas raíces nómadas, forjada en el rigor del desierto y en la lucha por conseguir la libertad.

No fuimos testigos de apariciones sobrenaturales, sin embargo el desierto sí provocó que afloraran nuestros propios demonios, que cuestionáramos nuestra forma de ver al otro y frente al desprendimiento saharaui nos preguntáramos hasta donde somos capaces de dar y compartir.

En medio del arena y el siroco, redescubrimos un gran tesoro: la generosidad, que en hassanía se dice el karam.

Ricardo Ramírez Arriola

Fotos: Campamentos saharauis en Argelia y territorios liberados de la República Árabe Saharaui Democrática, marzo y abril de 2006.
Ricardo Ramírez Arriola / www.archivo360.com


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