Memoria del Porvenir:
Comunidades de Población en Resistencia
Nosotros gracias a la montaña estamos vivos.
8 de septiembre, 1990-2010: veinte años de su «salida al claro».
Fue la peor de las masacres
desde los tiempos de la conquista en el siglo XVI.
Pasó hace solo veinticinco años,
pero el mundo cegado por el racismo nunca lo supo.
Eduardo Galeano
«El terror sin precedentes, provocado por las masacres y la devastación de aldeas enteras en el periodo comprendido entre 1981 y 1983, desencadenó la huida masiva de una población diversa, cuya mayoría estaba constituida por comunidades mayas (…). Las estimaciones sobre el número de desplazados va desde quinientos mil hasta un millón y medio de personas en el periodo álgido (1981 – 1983), incluyendo las que se desplazaron internamente y las que se vieron obligadas a buscar refugio en otro país».
Guatemala: Memoria del Silencio
Informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, CEH. Guatemala, 1999.
«Muchas de las comunidades que vivieron en condiciones de resistencia en la montaña, no sólo no tenían experiencia previa de ello, algunos incluso se conocieron en medio del peligro de la huida. El reconocimiento mutuo y el apoyo entre todos para enfrentar el peligro y sus necesidades comunes, condujeron a la formación de grupos y nuevas comunidades que en algunos casos se han mantenido hasta hoy en día.
Desde finales de 1982, una parte de los desplazados a la montaña empezó a organizar nuevas comunidades, constituyendo a partir de 1984 las CPR en Ixcán y área ixil (y posteriormente en Petén). Las condiciones de difícil acceso y la presencia de la guerrilla en esas zonas, hicieron posible mantener experiencias comunitarias aún en condiciones límite de persecución, que sin embargo no lograron otras comunidades que se encontraban en condiciones parecidas…
La proximidad física y la colaboración no implicaban que la población estuviera a las órdenes de la guerrilla, ni organizada con ella. Las relaciones más fuertes se dieron en la vigilancia y la defensa que fueron los aspectos más vitales para la sobrevivencia.
No hay datos concretos del número de familias que vivieron en las CPR, aunque parece haber sido entre quince y veinte mil personas. Sin embargo, en distintos momentos este número fue fluctuando, en función tanto de factores externos como internos. Por ejemplo, en caso del Ixcán, la proximidad de la frontera supuso un paso de gente entre el refugio y la CPR durante buena parte del tiempo. En otros momentos, la dificultad de seguir viviendo en condiciones de resistencia extremas después de varios años, hizo que algunas familias buscaran la forma de reintegrarse en comunidades que tuvieran condiciones para la acogida.
La vida cotidiana en la CPR estuvo caracterizada por la presencia de medidas de seguridad en todas las actividades, la adecuación a las limitaciones en un contexto de precaridad e inestabilidad extrema, y la necesidad de apoyarse mutuamente para enfrentar el miedo y la muerte.
Dentro de las necesidades básicas, la alimentación fue durante todos esos años una lucha constante. En repetidas ocasiones el Ejército y las patrullas destruyeron las siembras o se llevaron las cosechas para cortar el abastecimiento a la población, a la que consideraban combatiente, y con ello a la guerrilla. La práctica del trabajo colectivo y la distribución interna de la producción, fueron mecanismos básicos de supervivencia, pero con el tiempo se convirtieron en ensayos de nuevas formas de distribución del trabajo y valores comunitarios».
Guatemala: Nunca Más
Informe Proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica.
Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala, 1998.
«La vida a la intemperie, la desnutrición y los severos traumas emocionales provocados por el desplazamiento interno que tuvo lugar de manera forzada, y el haber sido víctimas de tanta atrocidad, dejaron a la gente muy vulnerable, especialmente en el plano de la salud mental. Esa vulnerabilidad sigue presente porque el Estado erró el rumbo. El retorno de los desplazados debía ser apenas el inicio de un proceso, en el que poco a poco se crearan condiciones favorables para que estas víctimas se recuperaran moral y materialmente del daño sufrido. Pero esto nunca ocurrió. La experiencia de los desplazados y su sufrimiento fueron empujados hacia el olvido».
Helen Mack
Rescatando nuestra memoria.
Represión, Refugio y Recuperación de las Poblaciones Desarraigadas por la Violencia en Guatemala.
Jonathan “Jonás” Moller y Derrill Bazzy, F&G Editores, Guatemala, 2009.
Resistir para vivir. Dirección: Félix Zurita. 1991. 50 min.
Documental sobre la primera visita de una Comisión Multipartita encabezada por Monseñor Julio Cabrera, Obispo de El Quiché, a las Comunidades de Población en Resistencia -CPR- en el departamento guatemalteco de El Quiché, mayo y junio de 1991.
Resistir para vivir. I.
Resistir para vivir. II.
Resistir para vivir. III.
«Grandes fueron las enseñanzas fraguadas en la esperanza, la decisión, el dolor y la solidaridad; palabras que bajo la montaña adquieren otras dimensiones. Gracias».