Inmemoriam

23 de agosto 2010 – 2011
A un año de la Masacre de San Fernando

72 Migrantes

Hermanos de El Salvador, Honduras, Guatemala, Brasil y Ecuador

A nuestros migrantes desaparecidos en México



«Venía con mi hermano de 14 años pero se me perdió hace dos días cuando el tren se paró y empezaron los gritos y los disparos. Soy de Honduras. Tengo 16 años. Ojalá que a mi hermano lo haya encontrado la migra y lo deporten de regreso a casa. No quiero que viva lo que he vivido» me contó Manuel, a quién encontré en medio de los matorrales en la orilla de la línea del tren, escondiéndose de la migra y en espera de la reanudación de la travesía de la Bestia, desde Tabasco hacia el norte. A Manuel lo reencontré días después en el albergue de Tierra Blanca, Veracruz. De ese abrazo han pasado dos años. No volví a saber nada ni de él ni de su hermano de 14 años.

Hace unas semanas, en Lechería, Estado de México, José, hondureño de mirada profunda y voz madura compartió los horrores vividos en la frontera de Coahuila con Estados Unidos. «Simplemente la frontera está blindada. Después de ver y escuchar, recordé a mi gente que dejé en Honduras. A unas cuadras del río, a un paso de llegar a los Estados, decidí tomar el camino de regreso. Hay zonas donde son pocos los que sobreviven y pasan al otro lado, si es que no son secuestrados. Puse las cosas en la balanza y me di cuenta que aunque sufran hambre es mejor que mis hijos tengan padre».  En la litera de al lado, Isabel se peina. Acaba de llegar del sur, se bañó y está lista para seguir el viaje al norte, de regreso a casa. Llevaba casi veinte años de vivir en los Estados Unidos. Madre soltera, limpiaba casas, ahorraba y enviaba sus remesas. Un día, una redada accidental en el camino al trabajo fracturó la cotidianidad. La migra estadounidense verificó que no tenía los papeles en regla y la deportaron de inmediato a Tegucigalpa. No le dio tiempo siquiera de ver con quién encomendaba a su hijo menor de edad, nacido en los Estados Unidos, ciudadano estadounidense. El día siguiente de su llegada a Honduras emprendió el camino de regreso a casa, para reencontrar al hijo. «Le doy gracias a Dios que aún no me han violado. He corrido con suerte. Escucho y me cuentan, pero yo tengo que seguir. Tengo un amuleto. Mi amuleto en el viaje es cantar. Cantar montada en la Bestia, en la noche, en silencio escondidos en la espera. Sólo necesito alas para volar…

«Gracias a la cámara he tenido el privilegio de que me brinden cientos de historias que se entrecruzan y entrelazan en el camino, en los albergues, en el miedo, pero sobre todo en la esperanza. A diferencia de las películas, en las conversaciones en la ruta del migrante no importan los finales, que ante la incertidumbre, por instantes se antojan como sueños. Lo importante es el momento; este momento preciso: la anécdota, la información, el recuerdo, la canción, la tortilla, la benda, la mano para cruzar el río o no caerse del tren, la botella con agua, las palabras de aliento, la broma, el consejo, el chiste, el cantineo. El abrazo.

Regreso a casa. Veo las fotos. Recuerdo los instantes que no pude capturar, las voces, las historias que mis hermanos brindaron. En el momento más inesperado me descubro preguntándome ¿cómo le habrá ido a Manuel? ¿Isabel habrá vuelto a abrazar a su hijo? ¿Habrá aprendido a tocar guitarra Antonio? ¿Y el que soñaba con ser boxeador? ¿Y el chico que esperaba la prótesis? En todas las preguntas que surgen, me reencuentro yo mismo, finalmente, migrante centroamericano,chapín, ahora fotógrafo mexicano. Para abrazar los andares de la fotografía, también tuve que cruzar fronteras, pasar hambre y abrir camino, inspirado por ese sueño que dibuja la esperanza, la pasión y la confianza. Pero yo no tuve que subirme a la Bestia, ni enfrentarme a las redadas, ni ser discriminado y violentado. No soy moreno, ni indígena, ni campesino, ni pobre. Como fruto de las migraciones mi construcción no representa las profundas raíces de nuestra tierra. Pero son precisamente esas profundas raíces, las Isabel, los Manuel, los José, los Antonio, nuestros hermanos de San Fernando; los héroes de la ruta del migrante, quienes en medio del dolor, el anonimato, el sacrificio y el coraje, día a día nos recuerdan que a pesar de todo, otro mundo es posible.

Ricardo Ramírez Arriola


72 Migrantes, Ofrenda Sonora de Radio UNAM de México

www.radiounam.unam.mx 

www.72migrantes.com



2 respuestas a “Inmemoriam

  1. El drama es tal que no admite palabras. El dramatismo y la estética de los documentos gráficos tampoco admiten palabras.

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