In memoriam

Gerda Taro

1 de agosto de 1910 – 26 de julio de 1937

Hace unos meses, días antes de su muerte, mi gran amiga y fotógrafa Gabriella Mercadini me regaló «L´ombra di una fotografa» de Françoise Maspero, un necesario homenaje biográfico de otra gran fotógrafa y mujer: Gerda Taro. Fue el único libro que Gabriella me recomendó con insistencia, «porque no podemos dejar morir la memoria». Gabriella murió. En el duelo, el libro quedó en un estante a la espera.

Hoy, 26 de julio, salí corriendo para perseguir una que otra imagen de niños de Querétaro que, con su obra de teatro, nos hablan de la migración en sus comunidades. Como el viaje en el colectivo era largo, pasé por aquél estante de pendientes y decidí que era el momento de conocer a Gerda. Con sorpresa, celebré las causalidades. En medio del atestado pesero, supe que precisamente hoy se cumplían 75 años de la muerte de Gerda, «Uno de los personajes más enigmáticos de la historia de la fotografía», «mujer libre y comprometida que murió en el ejercicio de su profesión».

Sirva este pequeño post como un pequeño homenaje a Gerda, a Gabriella y a las grandes mujeres que generosamente nos brindan su mirada.


Gerda Taro. Fotógrafo desconocido.

«Uno de los personajes más enigmáticos de la historia de la fotografía. Su nombre es ampliamente citado, siempre con entusiasmo, y sin embargo de ella no se sabe casi nada. Recordada sobretodo por haber sido la compañera de Robert Capa, «el más grande fotoreportero de guerra», Gerda Taro muere prematuramente el el frente de guerra de España, el día antes de cumplir 27 años. Mujer libre y comprometida que murió «en el ejercicio de su profesión».

La sombra de una fotógrafa
François Maspero

Foto: Gerda Taro

«Gerda Taro fue herida la noche del 25 de julio de 1937, en el camino que va de Brunete a Madrid, cuando los Stuka y los Heinkel alemanes de la legión Condor ametrallaban y bombardeaban sin tregua a las tropas republicanas en plena retirada.»
«…Aquí se paró la historia de Gerda, muerta la mañana siguiente en el hospital anexo al Escorial. Muerta, y posiblemente, peor aún, lentamente desaparecida con el pasar del tiempo; absorbida por la noche de la memoria, de la cual Omero, tres mil años antes, decía que es más terrible que la muerte. Sobrevivió un tiempo en los recuerdos, se fue convirtiendo en una sombra cada vez más tenue, hasta que de ella no quedó nada: salvo algún retrato y un cuento que, como vaga leyenda, se va repitiendo, la cual narra que una vez fue la compañera del inigualable Robert Capa, el más grande fotógrafo de guerra de todos los tiempos. Gerda, aquella mujer cuya muerte lo había dejado inconsolable y con la que, según afirmaba en las frecuentes noches de melancolía y de borracheras, había estado casado.
Sombra entre las sombras, Gerda Taro tuvo de inmediato el destino más cruel que pueden conocer las sombras: el de no ser ni siquiera su propia sombra, sino, solamente, la de otro. Por más de sesenta años, cuando se buscaba su nombre, ciertamente se encontraba citado centenares de veces, siempre asociado, en algún renglón, en alguna página, al hombre con el que había compartido su vida en algún momento. Nada más. Fugaz pasaje en la biografía de un personaje célebre y del cual no quedan más que huellas poco claras, confusas, muchas veces contradictorias, falsas y de vez en cuando, también absurdas. Para descubrir las fotografías firmadas con su nombre, era necesario exhumar algún ejemplar de periódicos amarillentos de 1937. O talvez, con un poco de suerte, descifrando su firma en la parte posterior de alguna foto, bajo el borrón o la corrección que indicaba otra. Apenas hace poco tiempo salió del olvido. En 1994, la investigadora alemana Irme Schaber consiguió, con paciencia, reconstruir y desenredar el hilo perdido de una existencia de veintisiete años casi cumplidos.»
«…Por lo dicho por quién la conoció, ella era «increíblemente ligera». Se leía en su rostro, escribió Rafael Alberti, «el desprecio por el peligro, la sonrisa de una juventud inmortal, dinámica y valiente, de la cual no sé si fuera inconsciente, pero en todo caso, decidida, irresistible.»

Françoise Maspero
La sombra de una fotógrafa
traducción libre

Foto: Gerda Taro

«Nació el 1 de agosto de 1910 en Stuttgart. Se crió en Leipzig. Siempre fue muy moderna: le gustaba fumar, la danza, el tenis… Huyendo del nazismo, esta joven judía llega a París en el 33. Trabajó como «Au pair » y mecanógrafa de un psicoanalista. En 1934 conoce a un joven fotógrafo húngaro, también judío, André Friedmann —nombre real de Robert Capa—, tres años menor que ella. Le cambiaría la vida. Los dos son guapos, seductores, ambiciosos… Quieren conquistar París y el mundo. Ella le enseña a Capa a vestir como un dandi. Él le enseña fotografía. Viajan juntos a España, en el 36, para cubrir la Guerra Civil. Pero, ¿quién era en realidad Gerda Taro? Su resurrección comenzó en 1994… La aparición de la «maleta mexicana», con unos 300 originales suyos, acabó de resucitarla.

Natividad Pulido
Gerda Taro, la pequeña rubia

Robert Capa. Foto: Gerda Taro

«Quien sabía de fotografía era él, fue él quien la moldea. Pero en la relación era ella quien llevaba la iniciativa. El éxito de ambos fue un golpe maestro, genial, por parte de ella. Se hizo a sí misma, juega a diosa creadora y se inventa a Robert Capa».

Fernando Olmeda
Gerda Taro, fotógrafa de guerra

Foto: Gerda Taro

«Era «una pareja muy complementaria. Ella era muy espabilada, un lince, la ideóloga de la pareja. La idea de crear el personaje Robert Capa fue suya. Se convirtió en su mánager en cierta manera. Él le enseñó a hacer fotos (era una esponja, lo absorbía todo), pero ella le enseñó todo lo demás. Estaban enamorados hasta las trancas, al tiempo que hay una rivalidad profesional entre ellos. Ella fue una mujer valiente, capaz de defender su profesión contra sus propios sentimientos. Esa modernidad me fascina de ella».

Susana Fortes
Esperando a Robert Capa


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