Bueno, ahora con toda la energía expresada,
a transformar conjuntamente
la sorpresa, la indignación y el desánimo
en contrapuntos,
colectivos e incluyentes;
en un sentido común,
más agudo, crítico e inteligente, menos complaciente e indiferente;
en abrazo,
memoria,
camino,
puentes, catalizadores, catapultas,
alternativas en nuestro entorno y un poco más allá.
Es lo mínimo que podemos hacer. Es lo mínimo, ante la cómplice parálisis que «por lógica» se quiere imponer.
Si algo queda claro
es que el mundo nos atañe,
no sólo nuestro ombligo, nuestra voz, nuestra parcela,
nuestro pequeño ego, nuestra pequeña verdad.
Algo más allá se mueve
en este complejo güipil de colores y claroscuros
del que, con nuestro silencio, nuestro canto, nuestros pasos, nuestra mirada, nuestra crítica, nuestra voz
somos protagonistas, responsables y escultores.
Como diría el poeta: «a caminar…»
que esto una vez más
apenas empieza.
Esperanzas y corazones que se revitalizan y con firmeza persisten lanzando los faroles de la vida digna, el buen vivir, el sentido del utz k’aslemaal.