«Al fin y al cabo, el viaje no empieza cuando nos ponemos en ruta ni acaba cuando alcanzamos el destino. En realidad empieza mucho antes y prácticamente no se acaba nunca.»
Ryszard Kapuscinski
Quizá, las palabras de Kapuscinski, que he hecho mías al emprender la travesía, son las que mejor definen también mi relación con la fotografía. Puente, herramienta, vía, resorte, camino, hilo conductor, pretexto, impulso permanente para buscar afinar la mirada, acariciar historias e intentar construirse y reconstruirse una y otra vez. Es una invitación cotidiana a contrastarse ante el otro y el nosotros, preguntar y reinventar, conscientes de que ésta es sólo una mirada y un espacio en permanente construcción, en viaje.
Ricardo Ramírez Arriola
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Berlin, Alemania, 2008.
En marzo y abril del 2006, tuve la oportunidad de acompañar a un grupo de cineastas, fotógrafos y artistasescénicos al norte de África: Argelia y la República Árabe Saharaui Democrática, también conocida como el Sahara Occidental. La meta: Leyuad, en los territorios liberados del Sahara Occidental, no distante de Mauritania. Leyuad, es un lugar deshabitado rodeado de leyendas: tierra de fantasmas, hogar de la Yina, o sea la diablesa, paraje donde por las noches aparece el diablo. Es famoso localmente también por ser una zona cargada de magnetismo donde se cree confluyen los ecos de voces lejanas en tiempo y distancia. Nuestro guía en los más de mil quinientos kilómetros de arena fue Belga Moh Brahim beduino, filósofo, coleccionista, actor de teatro, padre de siete hijos y abuelo de numerosos nietos. Su presencia inmediatamente impuso respeto, por su serenidad, experiencia y sabiduría. Por sus silencios. Belga es de aquellas personas que sólo expresa lo realmente indispensable. Son muchísimas las enseñanzas que obtuvimos del desierto y otras más seguramente aparecerán con el tiempo. Cruzamos dunas y salinas. Un vasto y permanente horizonte de 360 grados salpicado de antiguas tumbas de gigantes, mares de fósiles y zoológicos atrapados en la piedra. También pasamos por los escombros de las casas de arena, paradójicamente derruidas por las últimas lluvias del desierto. En los campamentos de refugiados y en las jaimas perdidas en la inmensidad, bajo un mar de estrellas o de los hirientes rayos de sol, fuimos testigos de la sabiduría, la perseverancia y la tenacidad de este pueblo seguidor de nubes. Hombres y mujeres que en medio de la nada resisten como lo hacen las semillas de las plantas multicolores que brotan en el Sahara cuando finalmente llueve después de años y décadas de sequía. Durante nuestro viaje, en el camino, en cualquier jaima, ante el té, la leche de cabra, el perfume, los alimentos y el abrazo fraterno, nos confrontamos una
En las afueras de El Cairo, Egipto, 2009.
©Amnesty International Foto: Ricardo Ramírez Arriola
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